¿Es feliz mi animal de compañía?
- Wendy Torres
- 12 oct
- 2 Min. de lectura
Responder a esta pregunta, que parece sencilla a primera vista, implica reflexionar sobre un concepto complejo: ¿qué es realmente la felicidad?
Incluso para los humanos, definirla no es fácil. ¿Somos felices cuando encontramos al amor de nuestra vida? ¿Cuando ganamos un premio importante? ¿O cuando recibimos un gesto de cariño de alguien que amamos? En realidad, solemos sentirnos felices cuando, a pesar de los altibajos de la vida, podemos hacer lo que nos gusta, estar con quienes queremos y sentirnos respetados.
Del mismo modo, nuestros perros y gatos también experimentan bienestar cuando tienen la oportunidad de ser ellos mismos:
Cuando realizan actividades que disfrutan, como salir a caminar, jugar, interactuar con otros animales o expresar conductas naturales de su especie.
Cuando permanecen cerca de su grupo social, es decir, las personas y animales con los que tienen vínculos positivos desde temprana edad.
Cuando se les respeta como individuos, sin exigirles comportamientos que no corresponden a su naturaleza ni tratarlos como sustitutos emocionales.
Si los animales pueden sentir felicidad en un sentido similar al nuestro, probablemente la experimentan cuando disfrutan de un hueso, exploran libremente, cazan por conducta innata, juegan sin presiones y reciben afecto sin condiciones.
Por el contrario, no pueden ser felices cuando se les trata como objetos o herramientas:
Cuando se adquieren como juguetes para niños.
Cuando se les utiliza para llenar vacíos emocionales.
Cuando se les somete a castigos, mutilaciones o entrenamientos basados en la fuerza.
Cuando se les priva de comportarse como lo que son: perros o gatos, no humanos de cuatro patas.
La felicidad de un animal de compañía depende, en gran medida, de la calidad de vida que le brindan las personas con quienes convive. Y esto solo es posible cuando esas personas también tienen la disposición emocional y el conocimiento necesario para respetar su naturaleza.
“No es coherente ni efectivo corregir una alteración conductual en un animal si se espera que solo él cambie. Las personas que conviven con él también deben aprender a comportarse de forma adecuada. Los animales tienen emociones y pautas de conducta propias de su especie. Solo conociéndolas y respetándolas es posible lograr una convivencia armónica y feliz.”





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